En tan solo dos años desde su lanzamiento, ChatGPT ha dejado una huella profunda en la comunidad científica global. Desde la redacción de artículos académicos hasta el diseño de experimentos, esta herramienta de inteligencia artificial generativa ha cambiado la manera en que los investigadores trabajan, abriendo nuevas puertas para la innovación y, al mismo tiempo, planteando preguntas cruciales sobre su uso ético y práctico.

La irrupción de ChatGPT, desarrollado por OpenAI y lanzado el 30 de noviembre de 2022, ha sido descrita como un “cambio sísmico” por científicos de diversas disciplinas. Según una encuesta realizada por la editorial Wiley en marzo y abril de 2024 a más de 1,000 investigadores, el 81% indicó haber utilizado ChatGPT para tareas personales o profesionales, posicionándose como la herramienta de inteligencia artificial más popular entre los académicos.

En este contexto, exploramos cómo ChatGPT y otros modelos de lenguaje están transformando la investigación, los retos que enfrentan y su potencial para el futuro.


Impacto de ChatGPT en la investigación científica

Una herramienta de escritura indispensable

Uno de los usos más destacados de ChatGPT es como asistente de escritura. Investigadores lo utilizan para redactar resúmenes de artículos, propuestas de becas y cartas de recomendación. Esto permite a los científicos dedicar más tiempo a tareas complejas y creativas, como formular hipótesis y diseñar experimentos innovadores.

Milton Pividori, informático médico en la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado, afirma:

“Las cuestiones que merecen nuestro tiempo son las preguntas difíciles y las hipótesis creativas. ChatGPT nos ayuda a concentrarnos en esas áreas al encargarse de las tareas más mecánicas.”

Un análisis reciente muestra que los investigadores cuyo idioma nativo no es el inglés han mejorado significativamente la calidad de sus escritos con ChatGPT. Esto democratiza el acceso a la publicación en revistas científicas de alto impacto, algo que anteriormente representaba una barrera importante para muchos.

Programación y análisis de datos más eficientes

La última versión de ChatGPT, denominada GPT-o1 y lanzada en septiembre de 2024, ha demostrado capacidades avanzadas en programación y resolución de problemas complejos. Kyle Kabasares, científico de datos en el Bay Area Environmental Research Institute, logró reproducir en una hora un código que le había tomado un año desarrollar durante su doctorado.

Estas capacidades no solo optimizan el tiempo, sino que también hacen más accesible el análisis de datos para investigadores con habilidades limitadas en programación.


Limitaciones y riesgos

A pesar de sus beneficios, ChatGPT no está exento de desafíos.

Inexactitudes y alucinaciones

Una de las críticas más comunes hacia los modelos de lenguaje es su tendencia a “alucinar”. Esto ocurre cuando generan información incorrecta o inventan citas y datos inexistentes. Por ejemplo, al realizar revisiones de literatura, ChatGPT puede incluir figuras o referencias que no existen, lo que podría llevar a errores en investigaciones.

Debora Weber-Wulff, investigadora en plagio y profesora en la Universidad HTW de Berlín, señala que las herramientas actuales de detección tienen dificultades para identificar textos generados por IA, lo que plantea un problema adicional:

“Los modelos de lenguaje son cajas negras. No sabemos exactamente cómo procesan los datos ni qué información generan.”

Privacidad y manejo de datos sensibles

Otro punto de preocupación es el uso de datos no publicados. Al introducir información sensible en herramientas como ChatGPT, existe el riesgo de que esta información sea utilizada para entrenar futuras versiones del modelo. Aunque OpenAI ha implementado medidas de seguridad en sus suscripciones de pago, muchos investigadores optan por usar modelos locales para proteger sus datos.


ChatGPT en la búsqueda de nuevos conocimientos

El potencial de ChatGPT no se limita a ser un asistente de tareas. En el último año, se han llevado a cabo experimentos que demuestran que la IA puede desempeñar un papel activo en el descubrimiento científico.

James Zou, investigador de inteligencia artificial en la Universidad de Stanford, lidera el desarrollo de un “laboratorio virtual” donde diferentes modelos de lenguaje trabajan como un equipo interdisciplinario de científicos bajo la supervisión humana. Este enfoque permitió diseñar nanocuerpos —pequeñas moléculas de anticuerpos— capaces de unirse a variantes del SARS-CoV-2. Los resultados, que fueron validados por investigadores humanos, se publicaron en la plataforma bioRxiv en noviembre de 2024.

Gabe Gomes, químico de la Universidad Carnegie Mellon, también está explorando el uso de ChatGPT en el laboratorio. Con la ayuda de robots, ha logrado diseñar y ejecutar reacciones químicas automatizadas, allanando el camino para una ciencia más eficiente y reproducible.


El futuro de la investigación con inteligencia artificial

La llegada de ChatGPT y otros modelos generativos plantea preguntas sobre el futuro de la ciencia. Según la encuesta de Wiley, el 75% de los investigadores cree que dominar habilidades relacionadas con la IA será fundamental en los próximos cinco años.

Sin embargo, para que esta tecnología alcance todo su potencial, será necesario abordar las limitaciones actuales, como la precisión de los modelos y las preocupaciones éticas relacionadas con la privacidad de los datos. Además, se deberá fomentar una mayor transparencia en cómo estos modelos procesan y utilizan la información.

¿Podrá la IA reemplazar a los científicos?

Aunque algunos temen que herramientas como ChatGPT puedan sustituir a los investigadores, la realidad es que estas tecnologías están diseñadas para complementar, no reemplazar, el trabajo humano. Las habilidades críticas, como la formulación de hipótesis, el diseño experimental y la interpretación de datos, siguen siendo dominio exclusivo de los científicos.

En su segundo aniversario, ChatGPT se ha consolidado como una herramienta transformadora en el ámbito académico. Su capacidad para mejorar la productividad, democratizar el acceso al conocimiento y acelerar descubrimientos científicos lo convierte en un aliado indispensable para los investigadores.

Sin embargo, como toda tecnología disruptiva, también trae consigo desafíos que la comunidad científica deberá abordar colectivamente. Con el equilibrio adecuado entre innovación y responsabilidad, el futuro de la investigación impulsada por inteligencia artificial promete ser apasionante.

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