Un estudio pionero liderado por el Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA), en colaboración con el Instituto de Química Física Blas Carrera (IQF-CSIC), ha proporcionado datos reveladores sobre la radiación ultravioleta (UV) que incide en la superficie de Marte. Gracias a las mediciones del instrumento REMS, instalado en el rover Curiosity de la NASA, los investigadores han obtenido información directa y sin precedentes sobre la cantidad y el tipo de radiación UV que llega al suelo marciano. Los resultados arrojan que estos niveles son comparables a los que se estima existieron en la Tierra primitiva, lo cual abre una ventana de análisis sobre las condiciones para el desarrollo de vida en ambientes extremos, tanto en el pasado de nuestro planeta como en el presente del planeta rojo.
Una radiación intensa pero no incompatible con la vida
En la Tierra, la capa de ozono actúa como un escudo que bloquea las formas más dañinas de radiación ultravioleta, especialmente la UV-C. Esta forma de radiación tiene la energía más elevada dentro del espectro ultravioleta y es letal para la mayoría de los organismos vivos. Sin embargo, Marte carece de una capa de ozono significativa. Su atmósfera, aproximadamente 100 veces más tenue que la terrestre, permite que gran parte de la radiación solar —incluyendo la UV-C— llegue a la superficie del planeta.
El estudio revela que, en promedio, la radiación que incide en el cráter Gale —una de las ubicaciones más estudiadas de Marte— está compuesta por un 80% de radiación UV-A, un 15% de UV-B y un 5% de UV-C. Aunque esta última representa un porcentaje relativamente pequeño, su impacto biológico es considerable debido a su alta energía.
Este hallazgo es relevante, ya que sugiere que la radiación en Marte no es tan extrema como para imposibilitar por completo la existencia de formas de vida simples, al menos a nivel microbiano. Incluso bajo esta intensa exposición, algunos microorganismos terrestres podrían sobrevivir durante ciertos periodos, especialmente si se refugian bajo capas de polvo, rocas o en cuevas marcianas.
Instrumentación clave para entender el entorno marciano
Hasta la fecha, las estimaciones sobre la radiación UV en Marte se basaban en simulaciones computacionales, con múltiples suposiciones atmosféricas y físicas. La llegada del instrumento REMS (Rover Environmental Monitoring Station) al cráter Gale en 2012 a bordo del rover Curiosity, ha cambiado por completo este paradigma. Por primera vez, los científicos han podido obtener datos empíricos, registrando de manera continua la radiación UV durante más de cinco años marcianos, equivalentes a más de 10 años terrestres.
El análisis de estas mediciones ha proporcionado una visión integral de la radiación UV-A, UV-B y UV-C, así como de sus variaciones a lo largo del tiempo. Se ha observado que los niveles de radiación fluctúan de forma rápida e impredecible, con aumentos o disminuciones de hasta un 30% en pocos soles (días marcianos). Estas variaciones están relacionadas con la presencia de polvo en suspensión en la atmósfera marciana, especialmente durante las estaciones de tormentas de polvo.
Este factor, junto con los bajos niveles de ozono presentes en Marte, explica la débil protección que la atmósfera del planeta ofrece frente a la radiación solar. En este contexto, los modelos atmosféricos existentes no logran predecir con precisión estos cambios, lo cual refuerza la necesidad de mantener y ampliar la instrumentación en la superficie marciana.
Implicaciones astrobiológicas y protección planetaria
Uno de los aspectos más llamativos del estudio es la comparación entre la radiación marciana actual y la radiación que existía en la Tierra primitiva. Se estima que hace entre 4.000 y 2.500 millones de años, la Tierra también carecía de una capa de ozono desarrollada, por lo que estaba expuesta a niveles elevados de radiación UV. No obstante, fue en ese entorno donde surgieron las primeras formas de vida.
La similitud entre ambas condiciones plantea una interrogante fundamental: ¿podría haber surgido vida en Marte bajo circunstancias similares? Aunque la respuesta aún está lejos de ser definitiva, el estudio sugiere que las condiciones en la superficie de Marte, pese a su hostilidad, no eliminan por completo la posibilidad de que exista o haya existido vida microbiana.
Asimismo, este hallazgo tiene implicaciones directas en el diseño de futuras misiones espaciales, tanto robóticas como tripuladas. La posibilidad de que microorganismos terrestres sobrevivan al entorno marciano refuerza la importancia de aplicar medidas estrictas de protección planetaria. Evitar la contaminación biológica de Marte es una prioridad científica, especialmente ante la posibilidad de descubrir vida autóctona o trazas de actividad biológica pasada.
Un entorno cambiante que desafía a la ciencia
Otro resultado importante del estudio es la identificación de la naturaleza cambiante de la radiación UV en Marte. A diferencia de la Tierra, donde los niveles de radiación son relativamente estables gracias a la atmósfera densa y homogénea, Marte presenta un entorno sumamente dinámico. Los cambios abruptos en la concentración de polvo atmosférico, las variaciones estacionales y las particularidades topográficas influyen directamente en la radiación que llega a la superficie.
Durante las estaciones de tormentas de polvo, por ejemplo, el polvo en suspensión actúa como un filtro natural que puede reducir temporalmente la incidencia de radiación UV-C. Esta circunstancia podría ofrecer condiciones transitoriamente más favorables para la supervivencia de formas de vida resistentes. Por otro lado, cuando el cielo marciano está despejado, la exposición es más intensa y homogénea, aumentando el efecto esterilizador.
Estos descubrimientos refuerzan la idea de que el entorno marciano es mucho más complejo de lo que inicialmente se pensaba. Cada nueva misión a Marte debe considerar estos factores para el diseño de experimentos biológicos, instrumentación científica y medidas de aislamiento.
Avances hacia la exploración tripulada de Marte
El conocimiento profundo de la radiación ultravioleta en Marte tiene una aplicación directa en la planificación de futuras misiones tripuladas. Entender cómo varía la radiación en la superficie es esencial para diseñar hábitats, trajes espaciales y escudos protectores que salvaguarden la salud de los astronautas.
Además, el estudio proporciona un marco valioso para simular condiciones de habitabilidad en laboratorios terrestres. Si los niveles de radiación en Marte se asemejan a los de la Tierra primitiva, entonces pueden reproducirse en cámaras ambientales para estudiar cómo ciertos organismos responden a esas condiciones. Esto permitiría seleccionar las especies más resistentes y, posiblemente, emplearlas en sistemas de soporte vital, biorreactores o en tecnologías de terraformación experimental.
La búsqueda de vida continúa
Aunque el estudio no confirma la existencia de vida en Marte, sí allana el camino para futuras investigaciones centradas en la astrobiología. La presencia de radiación intensa pero no letal sugiere que, si alguna vez existió vida en Marte, podría haber desarrollado mecanismos de protección o haberse refugiado en entornos subterráneos.
Estos resultados también fortalecen el argumento a favor de explorar regiones protegidas del planeta, como cavernas, grietas o el subsuelo, donde las condiciones podrían ser más favorables para formas de vida microbiana. Las próximas misiones deberán ir equipadas con instrumentos capaces de detectar biomarcadores y analizar con precisión la composición química de estos entornos.
Un paso más en la comprensión del planeta rojo
Este trabajo es una muestra del valor del esfuerzo sostenido en el tiempo. Gracias a más de una década de mediciones, hoy contamos con una visión detallada y contrastada de la exposición a radiación ultravioleta en Marte. Estos datos, inéditos hasta ahora, redefinen lo que conocemos sobre la habitabilidad del planeta rojo y sobre las posibles analogías con la Tierra primitiva.
Marte, con su atmósfera tenue, sus tormentas de polvo y su superficie expuesta a la radiación cósmica, se revela como un entorno tan desafiante como fascinante. Sin embargo, este nuevo conocimiento permite a los científicos hacer preguntas más concretas y diseñar experimentos más ajustados, elevando así el nivel de la investigación espacial.
El avance logrado es también un recordatorio del papel crucial de la instrumentación científica de precisión, que permite transformar hipótesis teóricas en conocimiento verificable. Lo aprendido en Marte no solo nos habla del pasado del planeta rojo, sino que también arroja luz sobre nuestra propia historia y las condiciones que hicieron posible la aparición de vida en la Tierra.